domingo, 9 de marzo de 2014

Un nombre

Hace 15 días que mi hermano mayor se fue de casa. Ahora vive en un departamento todo nuevito, precioso, con su novia y eso me pone muy feliz. Dadas estas circunstancias, actualmente soy hija única con baño propio. En consecuencia, mi tía, la hermana de mi mamá, me regaló una alfombrita de baño hecha por ella con mi inicial (la "J") grabada. Me pareció un gesto tierno por demás, pero por sobre todas las cosas me hizo reflexionar acerca de la importancia de los nombres.

Ahora vos entrás a ese baño y en el piso ves una "J" que acapara toda la atención. Esa letra que para otros menesteres puede tener nada que ver conmigo, dentro de ese baño, me convierte en puro significante.




Pareciera que un nombre es algo que determina. "No tiene nombre", "Llamar a las cosas por su nombre", "Ni me lo nombres". Es como si el acto de nombrar embistiera de seriedad a las personas, las situaciones y las cosas.  Yo creo que esto se debe a que consiste en un momento fundante. A partir de una arbitraria decisión "esto" pasa a llamarse así para siempre y será reconocido por todos.

Siempre quise llamarme Agustina, Julieta, o que mi apodo fuese Maru, porque creía que eran nombres de piba linda, popular, de la cual todos los chicos gustaban. Lo mismo me pasa con ciertos nombres de varón como Felipe (mi preferido por lejos), Benjamín, Mateo, Facundo, Manuel o Andrés, que los asocio a un estereotipo de hombre soñado que hasta suena bonito. Sabemos que entre las idealizaciones y la realidad hay un verdadero abismo.

Un nombre organiza, clasifica, encasilla. Restringe las posibilidades de ser otra cosa. Y es su carácter restrictivo el que acota los rumbos y torna todo irreversible. Porque lo que llamamos "traición" no es lo mismo que un "error", y una "decepción" nada tiene que ver con una "distracción". Una "pelea" no es ni por asomo una "conversación", aunque en términos técnicos no sea más que eso: una charla (intensa).

El nombre de un libro, una película, un producto es lo que por ende va a terminar de atraernos o ahuyentarnos. Por eso es que los publicistas y licenciados en marketing se desviven por pensar un título que capte la atención, que seduzca. En fin, un buen nombre.

Probablemente reflexionar sobre esto no me lleve a ningún puerto. Y eso está bien, porque hay pensamientos que existen sólo para desviarnos de otros tal vez más dañinos e innecesarios. Lo bueno es que ahora mi baño es mío y no te cabe ninguna duda de ello.