domingo, 24 de agosto de 2014

Te busco, pero no te encuentro.  Te simulo, te disfrazo, te invento, te anhelo. No estás. No sos vos, sino yo queriendo vivirte con naturalidad. Mas es en vano porque nunca serás como yo te pienso y te creo. Sos como no sé qué serás y por eso es que persisto en alcanzarte. Te corro, me obsesiono, necesito descansar y respirar, para seguir corriendo. A veces creo que no te necesito, o que ya te tengo. No. Estás lejos, si es que estás. Y tal vez en ese ir y venir, en el trajín de creer que te conozco o de que creo saber cómo obtenerte, me encuentro extrañamente cómoda, holgada y hasta a veces, feliz. ¿Qué pasará el día que te encuentre? Probablemente será raro porque no estaré consciente de que al final existías. De que te alcancé y descubrí tu sagrado escondite. Y será confuso porque creeré que tengo que seguir buscándote cuando en verdad estarás delante mío riéndote a viva voz. 

martes, 12 de agosto de 2014

Quien escribe sobre sí mismo

Dibujo: Luli Adano
No tengo un bloqueo creativo porque ni siquiera lo intento. Miro a mi alrededor y me encuentro plagada de estímulos. Miles de objetos vistosos, libros interesantes, situaciones, escenarios y personajes atractivos. Y aún así: nada. No hago nada. Siempre espero que por acumulación me gane el hastío y desde allí comenzar a criticar. O la crítica siempre está, pero materializada de diversas formas.
Creo que sí hay momentos en los que estoy a gusto conmigo, pero esa dicha responde a impulsos banales, insolventes y efímeros. Nunca hay un sentimiento de realización pero porque no hay esfuerzo. No lo intento siquiera.
Tengo frío. Entra un poco de viento por la endija de la ventana mal cerrada. Me estremezco y siento la piel de gallina por debajo de las leggins color verde que llevo puestas.
Me quiero, por eso escribo. Porque quiero mejorar. Y si bien en el fondo siento que nunca voy a estar contenta con lo que hago, hay una persistente ilusión que fomenta el cambio, el cuestionamiento, que pide a gritos que se termine la boludez y emerja lo puro y lo lindo que hay dentro.
No es fácil lograr la constancia. Eso lo sé muy bien. Quizás vivir sea ir corriendo detrás del deseo hasta nunca concretarlo. O como sea, es el deseo mismo el que se corre.
El impulso positivo existe, la voluntad de vivir bien. No debería haber tanta crítica en el momento de debilidad. Gracias a ella me doy cuenta de que tengo que cambiar. Y cada vez quiero que el cambio sea para siempre. Si fuese así sería aburrido, no habría novedad ni replanteo. Lo que me molesta mucho en verdad es el disparador de estos impulsos de cambio. Tienen que ver con la debilidad y con aquello que se quiere ocultar, que no quiero admitir que me importa. Que lastima porque humilla y porque según las representaciones erradas que hago de la realidad, está mal seguir acarreando problemas que tienen tanto olor a viejo que ni siquiera pueden llamarse problemas. Viejos conflictos. Miserables. Que reflotan la debilidad y la actualizan como si se hubiera gestado ayer.
Escribir hace bien. Siempre. Se siente como hacer las paces. Relaja, quita el foco del veneno. Habría que escribir las 24 horas del día. Nadie lo leería después, pero no me importa.
Busco y busco y mi fantasía me dice que sí es posible lograr la claridad sin ayuda de nadie. Volviendo a escuchar esas frases salvadoras que nos repetimos para estar mejor. Esos razonamientos que van por el buen camino, el camino del bien, que a veces es tan sinuoso y promete llevarnos a ninguna parte. 
Superarse no es encontrar una verdad esclarecedora que nazca de la mismísima nada. Tiene que ver con volver a escuchar lo que ya está sonando y darle sentido en la actualidad. Que no humillen las miserias, allí mismo suena la verdad con toda su furia y sus ansias de ser conocida y disfrutada. De cara a la humillación está el placer y el gusto de ser quien uno es. 
Quien escribe sobre sí mismo, sobre su propio dolor, es un egoísta. Pero no es sobre éste/a, en este caso, yo misma, que hay que poner el acento. Prefiero pensar en vos, que estás leyendo. 
Porque leer es conocer una fracción del pensamiento del otro. Editado, tamizado y procesado, pero es su pensamiento al fin. Y el interesarse por el otro es, y siempre será, el gesto altruista por definición.