jueves, 8 de septiembre de 2011

Las mujeres los prefieren sensibles



Junto a la tumba de Eva:
Adán.- “Dondequiera que ella estaba, estaba el paraíso.”   
“El diario de Adán y Eva” – Mark Twain.     


          “¡Sos un pollerudo!”, “¡No seas maricón!”, “Llorás como una nenita”. Estas, y otras múltiples frases, son escuchadas a menudo entre los miembros del género masculino cuando alguno de ellos manifiesta de determinada manera sus sentimientos. En una sociedad donde predomina el criterio omnipotente y machista – que por más conquistas que se hayan realizado respecto de este tema, es algo que sigue vigente-, podría decirse que está “mal visto” que un hombre demuestre que está hecho de carne y siente al igual que cualquier mujer. Prescindiendo de las nobles excepciones que siempre existen a la regla general, la mayoría de los hombres tiende a ocultar su lado sensible al encontrarse entre pares. Esto se debe preponderantemente al temor de ser burlados y menoscabados al cuestionársele su virilidad.
           Desde ya, esta concepción de la masculinidad es totalmente absurda y no es más que una mera convención que el ser humano ha construido arbitrariamente. Y no peca simplemente de absurda, sino que también les resulta contraproducente a los hombres a la hora de la conquista. Si bien existen mujeres a las cuales les gusta relacionarse con personajes de carácter tosco y distante, creo hablar en nombre de una gran mayoría al decir que en el momento de buscar  una pareja, preferimos que se trate de un individuo que sepa contenernos y que no tenga inconvenientes en brindarnos su afecto.
             Retomando la idea de que vivimos en una sociedad que se caracteriza por el machismo y la omnipotencia por parte de los varones, creo que allí mismo es donde se encuentra la raíz de esta cuestión. De acuerdo a esta lógica, el espécimen masculino juega el rol del proveedor principal en una familia. Y no me refiero sólo a cuestiones de índole económica; es también el garante de la estabilidad y el bienestar de su grupo de socialización primario. Es por eso que éste no puede dejar traslucir flaquezas ni debilidades; raramente se involucra emocionalmente con los problemas familiares ya que este es más bien el papel de la madre, quien suele ser ubicada en un rango jerárquico de menor poderío, y por lo tanto, le competen aquellos asuntos que requieran reflexiones de índoles mayormente emotivas. Por supuesto, aclaro, que no estoy queriendo emitir un dictamen; soy consciente de que hay numerosos casos en los que la figura paterna no es considerada de esta manera. Sin embargo, me refiero al mandato implícito que corre por estos tiempos (y antaño, aún más).
                Por más represión que ejerza, el hombre, en tanto ser humano, no puede eludir las emociones. La emotividad en sus manifestaciones más puras, como lo es por ejemplo el llanto, es una cualidad que presupone sanidad y nos gratifica. Es, hasta me atrevo a decir, vital que los mortales sepamos canalizar las angustias sin trabas inhibitorias o, en caso de emociones felices, expresemos nuestra dicha y apego sin ningún tipo de tapujo. Querer relegar de nuestra capacidad emotiva es casi tan difícil como intentar encontrarle una explicación racional a por qué reímos, por qué lloramos, por qué amamos (y a quiénes); en fin: por qué sentimos.

1 comentario:

  1. ja! tendría que haberlo escrito yo
    pero no puedo, porque soy varoncito
    saludos, me gustó el blog

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