domingo, 22 de diciembre de 2013

Mil instantes en una noche


Ayer a la noche presencié uno de los mejores espectáculos musicales de toda mi vida. Suena exagerado, extremista y fanático (tres adjetivos que me calzan muy bien), pero no, esta vez creo estar realmente segura de que lo que hizo Pedro Aznar anoche en el Gran Rex, fue algo grandioso e histórico. Estremecedor. Digno de ser contado. No es la primera vez que voy a un concierto suyo, como bien dije antes, soy fan y me encanta ir a ver música (aunque lo hago desde una vergonzante ignorancia por no saber tocar más que la guitarra y hasta es excesivo decir que sé tocar). Considero que el mejor plan que uno puede armar un fin de semana consiste en ir a ver una banda o músico solista; sean artistas reconocidos, extremadamente talentosos como en este caso, o unos ignotos totales, ir a un recital es, según mi criterio, lo mejor que podés hacer con tu tiempo libre.

En el marco del cierre de su gira "Mil noches y un instante", precisamente en la noche más corta del año, durante el solsticio de diciembre, Pedro decidió regalarnos a sus espectadores un show por demás completo que constó de 29 canciones. Creo que todo intento de reproducir lo que fue, será infructífero y para nada fiel a la experiencia real. Me esforzaré,aunque dudo lograr describir con palabras la calidad artística del acontecimiento. Pero antes de exponer los detalles del show, quisiera contarles de qué manera me vinculo yo con este artista; algo muy personal sin pretensiones literarias:

La primera vez que oí hablar de Pedro Aznar, fue en la primaria. Nuestra profesora de música, Clarita Musante, nos estaba preparando para el acto del 17 de agosto en honor al Gral. San Martín, y debíamos aprendernos su himno para cantarlo ante todo el salón. Retengo estos datos porque afortunadamente gozo de una memoria muy detallada (no quisiera asustarlos con mi obsesiva precisión, pero recuerdo hasta la ubicación espacial en la que yo me encontraba en ese aula de música -sobre unos tablones de madera, a la derecha-, mientras la profesora nos presentaba la canción patria versionada por Aznar).
Los años pasaron, yo fui construyendo mi personalidad, y con ella, mis preferencias artísticas. Transcurrió un tiempo largo hasta que me reencontré con Pedro, ya desde una mirada un poco más adulta y madura que podía apenas aproximarse a juzgar su obra como maravillosa. Y fue en ese primer año de facultad, más precisamente, durante el verano previo, que me la pasé escuchando sus discos y lo empecé a sentir mío. A partir de entonces, siempre me acompañó y fue un refugio -muchas veces, dolorosísimo-, cuando el mundo me decepcionaba. Decir que la música es buena en tanto te produzca fuertes sensaciones, suena a un lugar común galopante, pero es algo absolutamente cierto. Y ahí mismo es en donde radica la excepcionalidad de Pedro: su música te hace sentir (mucho). Es difícil a veces diferenciar los sentimientos de los pensamientos, y también distinguir a éstos dos de lo que son las sensaciones. Sin embargo, creo que la experiencia de ver a Aznar en vivo, (y especialmente la de anoche) es una verdadera revolución para los sentidos en la cual uno no se pregunta mucho lo que está pasando, sino que se deja llevar por lo placentero del instante.
Este trajín de sensaciones que me genera su música, muchas veces me ha llevado a rechazarlo (de hecho, no estaba segura de querer asistir al Gran Rex la noche del sábado, temía que el show "me pegara mal", como se dice ahora, y me asaltara una fuerte melancolía o angustia). Afortunadamente, la vida es impredecible y nada de esto me ocurrió durante el concierto, por el contrario, quedé estupefacta y feliz (por cierto, una muy linda combinación).
En su inventario de canciones, Pedro tiene un activo realmente deslumbrante. Pero lo más grandioso es que no es una artista que se duerme en los laureles y exprime toda una vida sus glorias pasadas, en su último disco, "Ahora", tiene obras que han logrado resignificar la idea que tenía sobre él haciendo más fuerte ese vínculo que antes mencioné y logrando que lo quiera cada vez más. Y es que cómo no voy a querer a un tipo que escribe: "si pudieras darte cuenta que al fin y al cabo no hay más vuelta que dejar vivir en libertad a quien se quiere".

El show de anoche fue maravilloso. La abundancia del repertorio me obligaría a escribir una crónica de 200 páginas y aún así me quedaría corta. Para no agobiar a los lectores, creo que me voy a centrar en los momentos que más me conmocionaron.
El primer bloque fue letal. Creí que me iba a morir por lo intenso de las canciones elegidas. Pero no, me la banqué como una reina y sin llorar; eso no implica que no se me haya erizado la piel cada vez que hizo un cover del Flaco, o cuando tocó "Rencor", y qué decir de la versión del tema de Elton John "Sorry seems to be the hardest word", con imágenes de París proyectadas en la pantalla. Parecía a propósito: todas las cosas que amo en un mismo instante, en una misma noche.
El segundo bloque, dedicado exclusivamente al folklore nacional, fue de una perfección inimaginable. "Zamba para olvidarte" me agarró completamente desprevenida y la tomé como un verdadero regalo. No puedo decir que a este bloque le haya faltado algo, no tengo autoridad moral para hacerlo, pero sí me atrevo a expresar mis deseos: me hubiera encantado que tocara aquel hermoso poema de Borges, "Al horizonte del suburbio", al que Aznar musicalizó de manera brillante en su disco "Caja de música". De todas formas, fue impecable, qué querés que te diga.
Quisiera ahondar en el que fue, para mí, el momento más mágico de la noche, -no quisiera pasar por alto otros, como por el ejemplo la presencia de Piñón Fijo como invitado totalmente inesperado; fue un aditivo de extrema dulzura e inocencia- sin embargo, de los miles de instantes ayer vividos en ese caluroso teatro en la primera noche del verano, el mejor fue, sin lugar a dudas, aquel en el cual Aznar hizo una versión alucinante de "Because". Me cuesta mucho describir y expresar lo sublime que fue. Pero aquí voy: Pedro se dispuso a tocar tres veces la mítica canción de Los Beatles grabando cada una de las voces con una pedalera o buclera. Luego de grabar, volvía a cantar en un tono más agudo que el anterior y le adicionaba un instrumento nuevo (primero fue el órgano,después la guitarra y finalmente el bajo). No sé si logro explicarlo bien, acá tienen un video de cuando lo hizo en junio de este año: http://www.youtube.com/watch?v=Z3wJ7C94yk8. Sería absurdo disponerme a calificar la técnica porque nada sé de ella, pero la calidad de la interpretación es algo fácilmente palpable. La afinación y la perfección al dar con cada nota y acorde pusieron en evidencia la altísima capacidad que tiene este músico. Jamás se equivoca. Nunca le pifia. Es envidiable.

Lo que vino después siguió la misma línea de excelencia que venía manteniendo el espectáculo. Creo que si sigo deshaciéndome en halagos voy a caer en lo repetitivo y tedioso así que me voy a detener ahora. Lo último que tengo para agregar es que estoy agradecida. Agradecida con Pedro porque lo que vi ayer es la clara muestra de un profesional, de un hombre que fue tocado por la varita mágica del talento pero que a su vez ha sabido explotar ese don y lo mantiene actualmente con mucho esfuerzo y dedicación. Esa perfección a la que tantas veces aludí en esta entrada, no se logra si no es con horas de práctica y de perfeccionamiento constante. Y no por perfecta la obra de Aznar se torna fría o distante, lejos está de ser el capricho de un meticuloso artista; es, cuanto menos, la expresión de amor a lo que uno hace para vivir. En fin: un verdadero privilegio.

2 comentarios:

  1. Que lindo haber compartido este recital con vos, pepi! te quiero mucho.
    En el año que está por comenzar, ¿vamos por la entrevista?

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  2. Hola, llegué acá de rebote... Fui al recital, y lo que único que te puedo agregar es que Pedro es el mejor músico del país en la actualidad. Un saludo.

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