Tensos,
tensos, tensos. ¿Por qué tan tensos? ¿Qué retenemos? ¿Qué estamos queriendo
evitar? O preservar. O controlar. ¿Para qué? Mantener la ecuanimidad desde la
tensión. No tiene razón de ser. Cuando lo desnaturalizás pierde sentido. Como
todo. ¿Por qué los músculos están contraídos? ¿Por qué se mide todo lo que se
está por decir? Y cuando algo improvisado o “excesivo” se escapa, uno se
lamenta, se castiga y se pregunta cómo pudo eso pasar. Cómo pude dejar de
controlar todo, cómo mi cuerpo me ganó. Me ganó pero aún no me siento mejor. No
me liberé.
Tensionar
es intentar retener. Conteniendo por temor. Por incomodidad. La incomodidad:
esas ganas de no estar ahí. De querer irse. Y más tensión. Para no permitir que
nada me lastime, pero ya lo está haciendo. Con esa sensación perpetua, y a
veces tan enraizada que es la inquietud. Inquietud que incentiva a la tensión y
a la falta de naturalidad.
¿Tendrá
que ver la distensión con la falta de conciencia? ¿Es acaso el momento en el
que no estamos pensando en contener, o maniobrar, el de la verdadera libertad?
No es
verdad que es más fácil ser libre, dejar fluir, que nada importe. Más sencillo es controlar y retener. El desafío es conocer lo que da miedo,
enfrentarse y tolerar la tensión hasta que ésta pase y se convierta en calma.
Porque lo que se desconoce no crea más que conjeturas infinitas, en su mayoría
equivocadas. Magníficas. Exageradas. Absurdas.
¿Qué
es lo que hay que hacer? ¿Qué es lo que dice el manual? ¿Hacer yoga? ¿Respirar
hondo? ¿Tener pensamientos positivos? No sé. Lo que sí sé es que muchos
viven en un estado de perpetua tensión y
no lo saben. No se dan ni cuenta. Tensan las cosas hasta un punto imperceptible.
Tensan por lo críptico de sus procederes. Por lo rebuscado de sus pensamientos.
En esa rigidez de los músculos, del cuerpo que no quiere sentir pero que a la vez siente mucho (o siente mal) hay algo curioso: ¿contra qué se contrae? Se supone que toda protección ante un posible peligro se sustenta en el, valga la redundancia, apoyo sobre algo conocido, algo que nos mantenga a salvo. El refugio. ¿Es estar tan tenso, finalmente, estar a salvo? Lo dudo mucho.
En esa rigidez de los músculos, del cuerpo que no quiere sentir pero que a la vez siente mucho (o siente mal) hay algo curioso: ¿contra qué se contrae? Se supone que toda protección ante un posible peligro se sustenta en el, valga la redundancia, apoyo sobre algo conocido, algo que nos mantenga a salvo. El refugio. ¿Es estar tan tenso, finalmente, estar a salvo? Lo dudo mucho.
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